En enero de 2008, un informe de la ONU identificaba a Islandia como el mejor lugar del mundo para vivir. Un año después, en enero de 2009, el gobierno islandés presentaba en bloque su dimisión, arrastrado por la bancarrota del país y enfrentado a las movilizaciones populares más importantes en 7 décadas. Apenas 12 meses más tarde, en marzo de este año, el pueblo islandés decía no a pagar con su dinero la deuda de los bancos. Unos meses después del referéndum, Islandia recuperaba la senda del crecimiento económico.
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